Me perteneces, rosa,
como todo lo que hay sobre la tierra,
y no puede el poeta, cerrar los ojos a tu copa encendida,
cerrar el corazón a tu fragancia. Rosa, eres dura:
he visto caer la nieve en mi jardín:
el hielo paralizó la vida,
los grandes árboles quebraron sus ramajes,
solo, rosal,
sobreviviste, terco, desnudo, allí en el frío
parecido a la tierra,
pariente del labrador, del barro, de la escarcha,
y más tarde, puntual, el nacimiento
de una rosa, el crecimiento de una llamarada. |